lunes, 23 de abril de 2012
Cervantes. Simplemente genial
Nadie podría pergeñar una eminencia literaria a la luz de la existencia cervantina. Con un cirujano descendiente de judíos y conversos, cargado de desprestigio y estigma social como referente paterno; con una vida de novela que trascribe muy bien las glorias y miserias de una época, que en lo particular está preñada de infortunios, desgracias y desalientos. Asperezas vitales (matrimonio, cautiverio) y desencantos en un reguero de insatisfacciones constantes en una existencia cargada de experiencias. Bueno y malo, que de todo hubo en ese caleidoscopio de viajes por tierra y mar por España, áfrica y Europa. Sin una formación muy en regla, ni en absoluto acendrada, que se alargaría muy poco de aquellos esbozos del estudio con López de Hoyos y otros escarceos esporádicos de muy poco fuste y sin grandes maestros. Que sin duda no existieron. No en vano el genio no habla nada bien, ni con afección sonada, de la vida estudiantil ni de maestros en sus dilatadas obras (El Quijote, El Coloquio.., Licenciado Vidriera, Rinconete y Cortadillo...). Pero su vida va estar impregnada de libros y de afición por ellos, y de eso queda muy poca duda, pues no se escribe en un momento ni en un suspiro esa producción ingente, esa narrativa inmensa que él escribió, esos poemas y loas que compuso con fruicción; y hasta prólogos para otros autores. Mucha reflexión y apego a la lectura tuvo que tener el prócer, cuando a menudo desperdiga citas y alabanzas sin mesura, destila dichos y pensamientos que solamente se entienden desde la abultada lectura y el sedimento de un conocimiento muy bien alambicado. Seguro que la vida le dio frutos con exceso y sin medida, pero aún así no se explicaría la destreza en la escritura, ni la habilidad en la composición de sus libros; ni por supuesto el conocimiento inmenso de los clásicos, que –como decía Menéndez Pelayo– fue humanista más que si hubiese sabido de coro toda la antigüedad Griega y latina. Ahí quedan en sus escritos las vivísimas secuelas de la Odisea (en Viaje al Parnaso, Persiles), de Luciano, Heliodoro, Jenofonte o Plutarco. Pero sobre todo ello siempre navega la luz de una eminencia humana sembrada de genialidad, pues la ingente producción cervantina y su calidad alcanzan una atalaya muy difíciles de conseguir. El análisis de su obra y sus personajes resultan una tarea gigantesca y sobrehumana; sus creaciones novedosas y formulaciones dispares, sus proyecciones inigualables de la realidad y su escrutinio de moralidades, que abogan por firmes compromisos ideológicos y la defensa a ultranza de la dignidad humana. Nadie como Cervantes ha dado tantas lecciones magistrales, surgiendo de una mediocre realidad teñida de miserias económicas y las estrecheces morales que ceñían tan fuerte la cintura social del Quinientos. La recurrencia anual a Cervantes en el día del libro no es simplemente, ni debe serlo, una llamada de atención a la importancia de los libros como un evento cultural más, sino una advertencia de hondo calado hacia la naturaleza de de un legado que es un regalo impagable de hombres que han sabido hacer una lectura excelente de nuestro mundo.
Etiquetas:
Es Noticia...
domingo, 22 de abril de 2012
Día de la Tierra
No me gustan las efemérides de un día, que quedan la mayor parte de las veces en agua de borrajas, pero no dejan de ser una llamada de atención a buena parte de la población con sentido común. Que debería ser la mayoría. Como dictan las reseñas del fundador de la onomástica, deberíamos tomar en consideración de forma seria los problemas de nuestro planeta: en relación con la población que habitamos en ella (7000 millones); la contaminación que producimos en términos de incontinencia; la constante degradación de la biodiversidad y otros problemas tan graves y acuciantes como el agua, que en buena parte determina nuestra existencia. Las problemáticas son tan relevantes, y fáciles de entender, que no necesitaríamos que nadie nos los explicara, pero no sé porqué extraña razón no alcanzamos a conocerlas ni comprenderlas, ni a tomar conciencia de la gravedad; ni por supuesto a actuar o intervenir de forma inteligente. Seguramente son las mismas razones que para los grandes problemas de la humanidad, como el hambre y la degradación social de miles de personas. Al mundo rico le quedan muy lejos y le resulta muy fácil esconder la sensibilidad bajo el tamiz de una vida acomodada y una sociedad de bienestar a ultranza, se quiebre lo se quiebre, aunque sean seres iguales a nosotros –pero en el otro lado del charco –; así como un medio natural que nada nos conmueve, más allá de ser escenario de aventura de nuestras vacaciones, escenografía de película o cantinela de ecologistas estancados en los radicalismos de siempre. Nuestra vida transita con alegría por el teatro urbanita que se entiende como algo ajeno al espacio y a la tierra, sin darnos cuenta de que nuestros cimientos físicos, económicos, sociales y de otra índole no son nada sin el cuidado de nuestra tierra. A estas alturas resultan manidas las cifras sobre la sobreexplotación de recursos, el abuso de fuentes energéticas (gas, petróleo..) o la atroz industrialización y su contaminación incesante. Los grandes monopolios y las internacionales caminan a sus anchas sin control, ejerciendo además una poderosa tutela sobre los poderes políticos. De muy poco sirven las conferencias internacionales sobre medio ambiente (límites de emisiones, control de talas, etcétera), pues los que de verdad gobiernan en el mundo saben muy bien quién manda en ellos y porqué están donde están. Las soluciones se me antojan muy difíciles bajo estos parámetros de dependencia, y solamente cuando estemos con la soga al cuello y prácticamente ahorcados nos daremos cuenta de que nosotros hemos puesto la tarima, la soga y el madero. Para los más optimistas, siempre queda la retórica bobalicona que de que el hombre siempre encuentra soluciones, antes o después. Tal vez no siempre. Y el precio lo estamos ya pagando muy caro, aunque no quiera verse. Nos cuesta mucho renunciar a cuestiones de crecimiento y prosperidad, eso es cierto, pero se pueden moderar usos y costumbres abusivas (agua, energía, consumos inadecuados...), que necesariamente tienen que llegar por la vía de la concienciación y la acción individual, pues solamente en cada una de nuestras manos está la solución. La tierra sigue dándonos oportunidades. Un buen ejemplo lo tenemos en esa enorme bolsa de agua descubierta en el desierto, que ocupa cerca de 500.000 kilómetros cúbicos bajo el subsuelo africano: un océano enterrado bajo las arenas que podría calmar la sed de más de trescientos millones de africanos. Es asombroso cómo nos sorprende la vida con este ingente depósito de agua, de hace más de cinco mil años, que nos habla de que sobre las inhóspitas arenas de Argelia, Libia o Chad hubo también hubo un vergel sobre la tierra. No deja de ser un dato para la esperanza.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)