Hay días tristes de verdad. Días en los que amaneces con los ojos bien abiertos y mente muy clara, porque el dolor te corroe por dentro con mucha fuerza; en los que el corazón te aguijonea y palpita desbocado. Creo que solo el tiempo templará el furor de los recuerdos y la calma del espíritu, el sosiego en el cuerpo y la tranquilidad de la mirada. Hoy por hoy vivo aún con tanta intensidad el desconsuelo que parece que fue ayer, y el raciocinio no le puede al corazón, que rige aún con dominio mi existencia. Por la inmensa película de mi mente transitan con una claridad meridiana la secuencias de toda una vida: el durísimo trabajo y el esfuerzo ingente; el afán por mejorar y la mirada cargada de esperanza, sin rendimiento alguno ante las adversidades; las alegrías y los cantes de flamenco cargados de sentimiento; y el rostro afable dibujado en mil las mil peripecias de la vida. La espléndida estampa de la mañana, con un cielo invernal abierto y azulado, no consigue alumbrar el nublado de mi interior, porque mandan los sentimientos, los recuerdos y la aflicción constante; porque los estados de ánimo se rigen por el corazón y la mirada interior, que ante las verdades del alma no ceden ni un milímetro en sus dominios. Nada me extraña cuando sé bien muy los débitos tan grandes que uno tiene en la peripecia existencial, desde la propia vida a las enseñanzas básicas del respeto a los demás; el trabajo y el esfuerzo, la constancia y el afán de superación; los valores básicos de moralidad que se aprenden en el día a día con el paso de los años; el amor a la familia y la cohesión como sustento imperecedero en un camino plagado de dificultades; y un sinfín de lecciones que nunca quieren dar los sabios porque se aprenden en el contacto directo, sin hablar y sin discursos innecesarios. Esta mañana lloro sin consuelo, sintiendo solo –porque no puede ser de otra manera– en la lejanía la complicidad de los míos, que saben y sienten lo que siento, lo que lloro y el vacío tan grande en este día; porque ellos sienten lo mismo de aquel 21 de Enero en que el destino quiso sembrar un hito en nuestro camino. Hay días tristes, colmados de dolor y pesadumbre. Hace tres años falleció mi padre.
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