jueves, 7 de junio de 2012

Democracia Devaluada

La potencia pertinaz con la que nos acosa diariamente la crisis económica nos hace olvidar algunas perspectivas, que de seguro están muy imbricadas en el asunto. La política y sus principales protagonistas aparecen envueltos en el meollo (políticos e instituciones), pero ellos mismos parecen eludir desconsideradamente, sin querer enterarse, que forman parte activa y pasiva del problema. Y de una forma muy clara. Hace ya mucho tiempo que las encuestas, de todo signo y naturaleza, vienen avisando que los políticos son uno de los problemas más acuciantes de los ciudadanos de este país; pero no parece que la cosa vaya con ellos, porque se saltan absolutamente todo a la torera. Cualquier hijo de vecino sabe que el ideal clásico de la Política, como una elevada aspiración del ser humano para organizar mejor este mundo, está en la actualidad pervertida hasta la saciedad. De abajo arriba y viceversa, en muchas de las instituciones y sus formas. No solamente en los entramados económicos. Año tras año, y de costa a costa, escuchamos, asumimos y consentimos –porque no nos queda otra– la elevada nómina de corrupciones (municipales, comunidades autónomas...) que en absoluto son excepciones en el manto del blanco armiño; elección tras elección comprobamos que las nóminas de políticos se repiten con los mismos nombres sin recato alguno, alcanzando un buen número de ellos las cifras de quince, veinte y treinta años en el poder, sin problema ni el mínimo rubor; de forma inaudita consentimos con buen humor con la existencia de un sinfín de instituciones y órganos de poder para recolocar los amigos y parientes, allegados y afines a la causa, y mantener bien caliente el sillón para cuando no toque gobernar en primera línea (Senado, diputaciones, asesorías y consejos...); mantenemos con crisis y sin ellas unos sueldos de escándalo para que los señores representantes tengan una vida digna, y hasta los periodistas y arribistas al pastel dicen que no es mucho lo que se le paga (¡no sé que pensaran del sueldo base y de los parados que no cobran nada!); y de los banqueros ya ni hablamos; las amalgamas políticas de todos los partidos, para conseguir sus cotas de poder, son el pan nuestro de cada día. Hoy día las más altas instancias de la política y de las instituciones y poderes están tocados con la mácula de la corrupción y la indecencia. Más allá de las formas, que no son nada edificantes, los contenidos de la política resultan realmente abrasivos, pues los programas electorales son siempre papel mojado, aquí ni se hace lo que se dice, ni se dice lo que se hace, y nadie tiene que responder de nada. En nuestro país la responsabilidad política no existe, séase corrupto, mentiroso, defraudador o carente completamente de ética. Los simples ciudadanos ya tenemos bien asumido que esta casta de políticos, profesionalizados y atados al sillón (de todos los partidos políticos), es un mal que debemos sobrellevar con agónico sacrificio. Desgraciadamente nuestro sistema democrático no cuenta con mecanismos para subsanar este problema, pues son los mismos agentes políticos quienes forman parte del problema y quienes tienen que meter el escarpelo en sus propias carnes, y eso es impensable que lo hagan. Llevan muchos años dándonos prueba de los límites de su honestidad. En ello le va la vida y la de sus adláteres. Como martillo de yunque nos repiten una y otra vez que cuentan con la legitimidad de las urnas, aunque esa una argumentación realmente insultante, que no hace más que poner sobre la mesa la precariedad del sistema democrático. A menudo nos curamos ingenuamente en salud con esos bobalicones principios de que, ¡Hombre, no serán todos los políticos malos..., yo prefiero la democracia a otras formas autoritarias! Demagogias del tres al cuarto que insultan nuestras inteligencias. Claro que los demás somos demócratas y los políticos no serán el cien por cien manirrotos, ni corruptos ni cuneros adosados a la poltrona, pero las cifras son muy elocuentes y las estadísticas constantes. No sé si el modelo de poder territorial o institucional (español y europeo) será bueno o defectuoso, si lo será la Constitución..., pero la política actual y los políticos dejan mucho que desear.

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