Aunque con cierto retraso sobre la cronología oficial, nuestro centro ha realizado ciertas actividades para conmemorar el día de Europa. Del 9 de Mayo de 1950 parte la prístina idea de constituir una Europa unida de la mano del ministro galo Robert Schuman (“Declaración de Schuman”). Era un punto de partida que abría amplios horizontes, si bien es cierto que en forma alguna se podían haber imaginado entonces la extraordinaria dimensión de una unidad que, hoy día, supera con creces las aspiraciones políticas, los pruritos económicos y las más aventuradas ensoñaciones culturales. En nuestros días Europa es una realidad que alcanza dimensiones inimaginables en todos los ámbitos, y buena parte de lo que acontece (y tiene importancia) en nuestro mundo pasa por el filtro de las instituciones europeas. A menudo nuestra percepción es inadecuada por pensar que nuestro entorno más particular (nacional, comarcal y municipal) es ajeno a la institución supracional europea, y que se mueve por otros cauces. La verdad es completamente diferente. Las directrices políticas fundamentales surgen de Europa, y a estas alturas del s. XXI las tienen que acatar todos los gobiernos de todos los colores; igualmente la dinámica económica se cuece en las cocinas de la Unión Europea, y las grandes cifras macroeconómicas a nivel mundial, pero también muy condicionadas por las entidades financieras movidas al socaire de la Unión Europea. El ámbito cultural camina por los mismos derroteros, porque todo (absolutamente todo) está impregnado de europeísmo tanto en los programas, subvenciones, líneas de dinamización, espectro de la Educación (Bolonia), intercambios, etc. Hoy día nuestros alumnos tienen infinitamente mayor movilidad que hace unos años, y los programas educativos e intercambios son una realidad indiscutible. La educación y capacitación profesional ya no puede entenderse sin pasar por Europa distintos años y en diferentes etapas de nuestra existencia. Con todo ello, la percepción del mundo es distinta y distante a la de hace unos años. Tenemos un mundo más abierto y plural, mucho más dinámico y enriquecido con horizontes sociales, políticos, económicos y culturales. La contrapartida es también gruesa, y hasta puede ser muy negativa si no se toma auténtica conciencia de la dimensión europeísta. Nos referimos al hecho de no entender bien (o a veces el gravísimo desconocimiento de cuáles son y para qué están) el papel que cumplen las instituciones europeas dejándolas a veces de lado, lo que supone que nos manejen y manipulen sin comprender que somos nosotros quienes tenemos que decidir sobre ellas; a veces las limitaciones lingüísticas nos pierden, porque (no sé por qué razón) los españoles nos hemos incorporado muy tarde hacia el dominio del plurilingüismo, y nos resulta tremendamente difícil dominar varias lenguas con soltura. Nuestra economía ha crecido de forma ostensible con financiación europea y subvenciones de distinto género para las transformaciones económicas básicas e infraestructuras, pero con demasiada frecuencia tenemos la sensación de que esos fondos han sido utilizados de forma inapropiada e ineficaz en algunos casos, y nos resentiremos demasiado cuando ceda el flujo a favor de otros países. A nivel cultural y educativo el horizonte está abierto, y el flujo es inmenso, aunque se deben intensificar más y mejor las relaciones culturales, más allá de las formulaciones institucionales, que a fin de cuentas son siempre (desgraciadamente) plataformas que sirven simplemente de escaparate para la política. El dinamismo intercultural e intereuropeo debería desarrollarse más a instancia de intereses sociales, de los pueblos, comarcas, colectivos..., etc. En el ámbito de la Educación (secundaria) existen intercambios puntuales (que ya es un avance grande), pero no deja de ser algo esporádico y con unos objetivos prácticamente lingüísticos, pero las perspectivas han de dimensionarse aún mucho más: Porque apenas si contamos con programas e intercambios disciplinares de diferentes materiales, metodologías susceptibles de aprovechamiento, intercambios profesionales bien dotados, dinamización estable de grupos, etc.
Léase, pues, que el día de Europa representa hoy la reflexión sobre un cambio que ha sido gigantesco, pero que a nuestro entender abre y debe abrir horizontes mucho mayores que redunden en beneficio del crecimiento, de las formas democráticas, de la solidez de los sistemas económicos y del enriquecimiento cultural. A fin de cuentas, seguimos apostando por ese ideal europeísta de que la unión hace la fuerza, que por otra parte no es nada nuevo, puesto que ahí están los referentes históricos de los viejos imperios (Carlomagno, Carlos V, Napoleón, etc.), si bien es cierto que bajo presupuestos políticos bien distintos.