sábado, 28 de mayo de 2011

Eventos Futboleros...

A veces la realidad internacional, e incluso nacional, encuentra prórrogas esporádicas y respiros para salir de los grandes temas políticos y económicos de conflicto y debate. Uno de estos eventos que hacen paralizar a los países y continentes son los partidos de futbol de cierta resonancia. En la jornada de hoy y de ayer hemos vivido uno de esos prolegómenos que entusiasman a propios y ajenos, porque se debaten en el terreno dos de los grandes equipos de Europa, el Barça y el Manchester United. En términos generales, sobre el futbol y sus circunstancias más profundas habría mucho que comentar, pues no es un tema baladí que una grandísima masa de población se acune con los susurros de un deporte tan singular; pero más allá de las cuestiones propias e intrínsecas están los sucios sótanos que mueven el evento, los grandísimos contratos, la publicidad, la dinámica de miles de profesionales al retortero..., y un sinfín de recovecos que es mejor no tocar. Acólitos y detractores tienen que disfrutar y sufrir con este deporte que ocupa una gran parte de nuestro tiempo, una inmensidad en los medios de comunicación y determina una vorágine de espectáculos que –por arte de ensoñación– nos hacen olvidar la dura realidad. Para unos supone ver un espectáculo insólito, un arte de táctica y técnica, capacidad individual, conjunción de equipo y creatividad...; para otros una hábil manipulación de los poderes contemporáneos que bien recuerda aquello de panem et cirsenses. Jugadores y entrenadores han sido elevados a la peana del poder a través de la popularidad, de su presencia omnímoda en los medios de comunicación; escuchar las declaraciones (por llamarlas de alguna manera) de los Misters se ha convertido –a pesar de sus extravagancias y otras cosas– en un evento de mayor notoriedad que si hablara un presidente del gobierno, cualquier economista avezado o el científico más prestigioso del mundo. Lamentable, vamos. El futbol resulta un espectáculo insólito que resultaría ridículo visto desde los ojos de un extraterrestre, pues llamaría mucho la atención observar a un colectivo inteligente corriendo desaforados detrás de un objeto esférico con desplazamientos aleatorios. Sin embargo, así es la raza humana en lo más hondo, capaz de arrastrar sus intereses cotidianos (¡y de qué forma!) ante un deporte que alcanza cotas viscerales. Enfrentamientos deportivos como el de hoy están presentes no solamente en todas las conversaciones de cafés y tabernas de barrio, sino entre políticos nacionales y gobernantes internacionales, entre abuelos y jóvenes avezados que sueñan con emular algún día los goles de Messi o Chicharito. La realidad se impone de forma abrumadora, y sobran los comentarios. El telón se ha abierto ya para presenciar el campeonato de la Champions League 2010/2011, y los aficionados han encendido motores hace días, han comprando billetes para Wembley o están en sus casas bien pertrechos de ilusión y alegría. Porque la vida se forja en nuestros tiempos con los humores del futbol, con los sabios comentarios de Guardiola, Mourinho o sus jugadores, y con las secuelas de esas jugadas que darán para mucho durante la semana. Para el suelo patrio (hasta eso se alcanza con el futbol) la estima de la victoria alcanza cotas elevadas, porque el Barça no deja de ser el mejor equipo del mundo según dicen los entendidos. Es la plasmación del mejor juego, la mejor conjunción de un equipo y la guinda incuestionable que le ponen los jugadores más grandes de la tierra –según dicen–. Con todo eso..., no queda sentencia más firme que la de proclamar al BARÇA CAMPEÓN.

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