En el Congreso de Washington se estaba debatiendo un plan de tarifas, que según los más allegados al presidente Roosevelt era el mayor intento para resistir a la ola mundial hacia el nacionalismo. Estados Unidos tenía que imponer un término medio entre el aislamiento y una política de tarifas abiertas, que era la única alternativa para el resurgimiento de la economía. Internacionalmente indicaba una salida al fuerte nacionalismo que los Estados Unidos adoptaron en la Conferencia Económica de Londres, cuando rechazaron la estabilización y una colaboración internacional. El secretario de Agricultura, Henry Wallace, que tuvo una importante intervención en los aspectos internacionales del «New Deal», insistió ante la opinión pública que había que llegar a un acuerdo definitivo o convertirse enteramente al nacionalismo. Si se elegía el camino nacionalista se tendrían que dejar de cultivar más de cien millones de acres de terreno, porque no habría mercados extranjeros donde colocar cosechas tan importantes como el algodón, tabaco, trigo, etc., es decir, dejar improductiva una cuarta parte del área agrícola existente, con lo que sufriría enormemente la agricultura, que dependía en gran parte de la exportación. La única alternativa que quedaba era bajar las barreras aduaneras, para que las naciones extranjeras pudieran comprar productos agrícolas y pagar sus deudas por la importación de productos en los Estados Unidos. Esto supondría la aceptación de mil millones de dólares en valor de mercancías al año. Esto, como era natural, podría causar perjuicios a determinadas industrias y a algunos sectores de la agricultura. El cierre de algunas fábricas constituiría un problema nacional, no sólo porque agravaría el problema del paro forzoso, sino porque algunos tipos de fábricas serían necesarias en tiempos de guerra, dijo el secretario de Agricultura. Por lo tanto, él era partidario de un término medio que suponía la reducción de las cosechas agrícolas en una cantidad de 25.000.000 a 30.000.000 de acres, y una baja de las tarifas que permitieran una cantidad importante de mercancías importadas. Ese año, como resultado del programa de urgencia del Gobierno, se abandonó la producción en 43.000.000 de acres, es decir, quince millones de acres de algodón, veinte millones de maíz, siete y medio de trigo, y millón y medio de tabaco. La situación la sintetizó Mr. Wallace en la forma siguiente: «Hay que tener un mercado mundial. Los Estados Unidos tienen que pagar por ello. ¿A qué precio? Tiene que comprar en el extranjero lo mismo que vender al extranjero. Tiene que importar y tiene que exportar.» Esta opinión del secretario de Agricultura era aparentemente la del presidente Roosevelt, y marcaba un movimiento combinado hacia la reconstrucción de la economía nacional y una tendencia para contener la ola de nacionalismo que se extendía por todo el mundo. Belén Moyano, 1º. Bach-A.