domingo, 3 de abril de 2011

Los Fascismos y sus formas

La existencia de los reportajes cinematográficos y documentales históricos, utilizados ya de forma habilísima por los estados y partidos, constituye también un hito importante para el estudio de la Historia y sus contenidos. El ejemplo de Hitler y sus discursos grabados es antológico, porque nos permite no solamente comprender cuáles son los parámetros ideológicos del movimiento fascista, sino la importancia que tienen las formas en los totalitarismos, que se aprecian de manera extraordinaria: El orador y su disposición en el espacio, único y dominante, prepotente, altivo y divinizado; el ordenamiento del público de forma geométrica y con el rigor de un matemático en grupos distancias, etc.; los uniformes (unidimensionalidad) y actos unívocos del gentío con respuestas pautadas y condicionadas por el orador; la homogeneidad de una masa comformada como un todo sin ramalazo alguno de diversidad, pluralidad o individualidad, que no existe. Y ese intervencionismo técnico y escénico de presentarnos formas y calidades de individuos: rubios, de raza germánica, con tipologías escolgidas. Era el inicio de un mundo de la imagen y un largo camino que se extiende hasta nuestros días (salvando las distancias en formas y conceptos, entiéndasenos bien), con el uso que hacen los partidos políticos y sus gabinetes de prensa; con mayor sofisticación y uso de los avances tecnológicos; pero que no deja de ser una utilización del individuo bajo parámetros de igualdad, pluralidad y democracia. Hoy casi todo nos lo dan las agencias embotellado, las imágenes que quieren los partidos y los líderes. Aunque imperan los principios democráticos en los que los individuos podemos siempre criticar, elevar nuestras voces e intentar contrastar las informaciones en función de nuestra curiosidad, formación y deseos de llegar a la verdad.

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