El hundimiento del Titanic ha pasado a constituir uno de los grandes temas de la Historia del s. XX, de la leyenda, del mito. Toda la prensa de la época recogía con pasión la tragedia del mejor trasatlántico de todos los tiempos, el insumergible Titanic, destinado a surcar los mares con la mejor tecnología del momento. En el amanecer del día 15 de Abril de 1912 se hundía para siempre, en las gélidas aguas de Terranova, aquel prodigio de la marinería británcia. En nuestra imaginario colectivo ha quedado para siempre esa estampa romántina, muy mediatizada por la filmografía, de historias de amor y pasión. La verdad debió ser bien distinta, si se piensa fríamente (y nunca mejor dicho) en la tétrica realidad de un naufragio entre los hielos árticos, en esa obscuridad-claridad mortecina de las dos y veinte de la mañana y ante el desconcierto de un acontecimiento que les resultaba imposible: El Titanic era insumergible. La tragedia se vivió seguramente en el silencio más calamitoso, con la incertidumbre más irracional y atragantados con una irónica verdad. Porque la naturaleza enseña siempre al hombre lecciones a diario. Un gigantesco iceber, en esa noche de luna clara acarició sin piedad al coloso de los mares. Nada podrían hacer ni las modernas telecomunicaciones telegrafiadas ni las barcas de salvamento, insuficientes a todas luces para esos 1523 pasajeros de los que únicamente 705 se pudieron salvar. El Carpathia solamente pudo llegar una hora después de todo el hundimiento (a las 3,30h.), siendo simplemente testigo de la tragedia, de la soledad y de aquel infinito silencio que apenas si se rompería con alguna barcaza de salvamento dispersa a varias millas. Nunca el silencio fue más tétrico, más desolador..., más chirriante en la mar oceana. Se había escrito, desgraciadamente, una de las páginas más patéticas de la Historia. Porque el destino cumplío con su ironía: Se había hundido en su primer viaje el mejor barco de todos los tiempos, el más lujoso y con mejores sistemas de navegación. Aún nos nos conmueve la tragedía. Desde un punto de vista histórico, el evento y su efemérides nos sirve para interpretar algunos datos de máximo interés: como la sociedad clasista; las nuevas mentalidades y utilización del tiempo de ocio; las relaciones intercontinentales y sus nuevas posibilidades; también los intensos procesos migratorios que se estaban operando, y un sifín de deducciones económicas que se pueden interpretar de las listas de los viajeros. Resulta muy interesante realizar un análisis de aquella nómina de hombres, políticos, banqueros y grandes linajes que elevaban sus estatus social al socaire de aquella travesía histórica; también de las mujeres como personas y ciudadanos de segunda, a pesar de las preferencias machistas que disfrutaron. En lo más superficial, la tragedia romántica revestida con los laureles de la leyenda. En lo más hondo nos queda el dolor y el horror (porque eso fue en realidad) de aquella fatidica noche del 14 al 15 de Abril.
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