sábado, 19 de marzo de 2011
Intervención en Libia
Parece ya inminente la intervención de las grandes potencias en Libia. Hoy en París se dilucidarán los términos precisos, formas y pasos. Se trata de momentos especialmente graves en la política internacional, sobre todo cuando hay que tomar decisiones tan controvertidas como ir o no la guerra; sobre todo cuando el asunto está mediatizado por tantísimas cosas: las muertes que se están produciendo y el signo de la guerra; los trasfondos económicos que no se dícen (Petróleo), pero que están latentes -y de muy distinta manera para los países que están en cabeza-; las repercusiones que el evento ha de tener del mundo árabe e islámico; la indefinición del futuro, se mantenga o no Gadafi en el poder, etc. La situación es compleja e irrisoria (con perdón), paradójica y cargada de hipocresía. Las hemerotecas de los últimos años nos ponen los pelos de punta viendo a los líderes europeos y americanos confraternizando alegremente con el mandatario libio, recibiéndolo en sus palacios, contemporizando con sus jaimas y gracietas, etc., y ahora (después de 41 años) se rasgan las vestiduras y vociferan contra el dictador. Sobre las instituciones internacionales (ONU, OTAN...) y sus legimitidades solamente habría que conminar a ver sus orígenes, composiciones y auténticas cabezas de los que se erigen como custodios de la seguridad del mundo. La hipocresía sigue siendo, como siempre, el mejor ropaje de la política.
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